En cierta
ocasión hemos leído en alguna de las defensas penales que hiciere el fervoroso
orador y científico italiano Enrico Ferri (1856-1929), cuyos aportes a la
sociología criminal, es aun sustento de investigaciones criminológicas y de las
ciencias penales; lo que no advertimos al momento de la redacción de este escrito es si fue en “Amor y Muerte” o “En
Defensa de los Campesinos Mantuanos”, la expresión que reza:
“Al ir por
primera vez a algún pueblo, visita: Sus parques, jardines, mercados públicos,
cementerios, y por sobre todo, visita su palacio de justicia,
porque desde estos podrás conocer de manera inmediata como interactúan sus
gentes y sobretodo su cultura”.
Esta enseñanza
la hemos tratado de llevar con nosotros y poner en práctica siempre que tenemos la oportunidad; es más,
nuestro itinerario al visitar cualquier región del interior de nuestro país o cuando tenemos la ocasión de visitar alguna nación extranjera, nuestra agenda se enmarca bajo los parámetros de aprendido del portentoso orador Enrico Ferri.
De hecho una de las primeras experiencias que quisimos poner en práctica tras el nacimiento de nuestro primer bebe, fue proponerle a su madre nos dispusiéramos ir de pueblo en pueblo para que en sus respectivos parques nos tomáramos fotografías con Wamcho para que así él aprendiera este comportamiento.
Todo lo anterior viene
a cuentos producto de la decepción que solemos llevarnos cada vez que nos
trasladamos a alguna localidad del interior de nuestro país a desempeñar nuestra
profesión de abogados y notamos el deteriorado y aberrante estado en que se encuentran
las instalaciones físicas de algunos de nuestros tribunales, dejando entrever
una noción de lo que realmente no somos los dominicanos, seres descuidados, eso no somos, sin embargo, eso dejamos entrever.
Amén de ser una
causa de maltrato laboral a quienes allí desempeñan algún tipo de labor, las
agresiones que se cometen contra los ciudadanos precisados a hacer
usos de esas instalaciones, incluyendo a los propios abogados, es altamente
preocupante. Con el estado físico de algunos de los palacios de justicias
nuestros, se parece desvestir la solemnidad de la justicia.
Según
estadísticas suministrada por la propia Suprema Corte de Justicia, el Poder Judicial
cuenta con 133 locales judiciales alquilados, donde funcionan 80 juzgado de
Paz, cinco cortes y 19 tribunales de niños y niñas y adolescentes, seis cámaras
civiles y comerciales, ocho tribunales de tierra, tres juzgado de paz especial
de tránsito y tres juzgado de la instrucción, la mayoría de los cuales están en
franco deterioro, y añadimos nosotros, muchos de estos son construidos desde la
Era en que Ulises Hereaux (Lilís), fue presidente de la República, aun techados
de zinc, pared y pisos de maderas.
En la obra,
Falsa Democracia o Necropsia del Poder Judicial, publicada en el 1994, por el
Dr. Fernando Hernández Díaz, ex presidente por dos ocasiones del Colegio de
Abogados de la República Dominicana, éste destacado, excelso y preocupado
profesional del derecho hace una excelente radiografía de la situación física
de los tribunales dominicanos de aquellos días, al señalar que:
“Existe una
similitud entre la justicia … y los edificios donde se administra,
deteriorados, abandonados, antigienicos y malolientes, sin recursos humanos y
materiales adecuados, siempre escoltados por una legión de buscones y
traficantes de expedientes y, peor aun, enfrentando a los intermediarios entre
los magistrados y nuestros clientes”
Los símbolos de
la justicia se descarnan ante el descalabro que presentan sus centros desde los
cuales se supone que debe ser impartida, su deshonra se lleva por delante a la
honra de los hombres y mujeres que acudimos a dichos “Palacios” en procura de
dignificar a la Diosa Themis.
El maltrato al
cual están sometidas las instalaciones de justicia en nuestro país, es un muy
mal mensaje que las autoridades les envían a la colectividad nacional y a los
extranjeros que nos visitan haciendo turismo y conociendo nuestra cultura.
Salomón Ureña
BELTRE.
Abogado –
Notario.
809353-5353
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