Es el “Estado Islámico” producto de la Guerra de Irak?

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Gran parte de la colectividad mundial le creyó a los gobiernos de Estados Unidos de América (EUA), Inglaterra y España la necesidad de invadir militarmente a Irak con el propósito de “desarticular el sistema de fabricación de armas biológicas de destrucción masiva” que, según los informes de inteligencias de sus respectivos países se había detectado estaba en marcha por el régimen de Saddam Hussein.

Con el discurrir del tiempo pudimos darnos cuenta que la anterior no fue sino la excusa utilizada para derrocar al gobierno del dictador del país que, al momento de ser invadido, poseía el mayor y más importante aval de recursos históricos de la humanidad, y de su evolución en la tierra. Recuérdese que en Irak se inventó el alfabeto que hoy conocemos, y mediante el cual nos comunicamos comúnmente.

Curar viejas heridas que en el trayecto de su gobierno habría abierto el dictador “ajusticiado” Saddam Hussein, tales como la incursión militar que éste ejecutó en Kwait en el mes de agosto del año 1990, así como las maniobras del supuesto intento de asesinar el ex-presidente George Bush padre, en una visita que éste hiciera a Medio Oriente, y no dejar de recordar el interés que siempre demostró el régimen de interactuar para provocar al alza el precio internacional del barril de petróleo.

Haber nacionalizado las petroleras, los bancos, y las empresas de capital occidental, como una de sus primeras medidas al asumir la dirección del gobierno en el 1979, fueron otras de las heridas abiertas por el régimen de Saddam Hussein, lo que le predispuso a enemigos a ultranza. Éstos solo aguardaban el desenlace para reponerse de los daños que les fueron causados por causa de aquellas desventuras del dictador.

Al parecer estas razones parecerían ser suficientes para que la coalición internacional militar, política y económica que maniobró y diseñó la estrategia que condenó al derrocamiento de Saddam Hussein, alcanzara su objetivo, sin embargo, resultó que esta vértebra incurrió en la canallada de insultarnos a todos, al delatarse que el verdadero propósito de aquel fin respondía a satisfacer intereses particulares de los políticos, las multinacionales y de los militares, en esencia nunca el propósito fue “desarticular la supuesta amenaza latente que pesaba sobre la humanidad”.

Escudado en la sensibilidad producida por el más cruel e insólito atentado causado en el corazón mismo de la ciudad más emblemática de los (EUA), es que su gobernante, George W. Bush, preparó en términos mediáticos para que éste asumiera que la ofensiva propuesta tenía como único objetivo dar respuestas contundente al terrorismo, centrado entre otros, en Al Qaeda, enemigo número uno que para entonces creaba la industria armamentista militar norteamericana, con la supuesta meta de evitar que miembros de este y de otros grupos encontraran amparo, y pudieran guarnecerse bajo la protección del acérrimo verdugo, Saddam Hussein.

De la misma forma de como sedujeron a los ciudadanos norteamericanos, se hizo con los ingleses, los españoles, los canadienses, entre otros. Los gobiernos de estos países se apoyaron en la infame mentira, logrando unificar interés político-militar en el conflicto bélico que además de los astronómicos costes económicos que alcanzó, nunca podrá cuantificarse el número real de pérdidas de vidas humanas.

Con métodos de propaganda muy sofisticados, a imagen de los utilizados por el régimen de Adolf Hitler, muy parecido al que hoy día utilizan los “gobiernos democráticos” para intentar aplacar y adocenar la influencia de las masas, es que los intereses que capitanearon las directrices que lograron doblegar la conciencia colectiva para generarse el apoyo de pueblos y naciones para reunir la mayor concentración de fuerza militar internacional y  lograr derrocar al osado gobierno iraquí.

Efectivamente tras la invasión a Irak se logró el derrocamiento del que siempre fue un abyecto gobierno, pero sin que se hallaran las supuestas armas de destrucción masiva, se alcanzó reponer el dominio de la explotación de petróleo a empresas de capital occidental, se alcanzó una mejor capacidad de despliegue táctico en la zona tras lograrse mayor concentración de fuerzas militares y de control político tanto en Asia, Europa y Africa, y naturalmente se hizo el agosto del botín del que aun disfrutan los halcones de la guerra.

Lo contraproducente de todo lo anterior es que la invasión a Irak, a más de no hacer nada que favoreciera plenamente a la humanidad, sí propició el surgimiento del “Estado Islámico”, grupo terrorista que causa guerra, destrucción y muerte por doquier, que enfrenta y desestabiliza gobiernos, que desmembra sociedades, y que producto de sus desmanes ha causado la mayor oleada de desplazamientos de personas en este siglo.

El “Estado Islámico” es el resultado, luego de la decapitación de Al Qaeda, de la necesidad que tienen las naciones poderosas que para sobrevivir en sus estructuras políticos-militares deben engendrar arquetipos supranacionales contra los cuales justificar el uso de los medios bélicos.

En una reciente entrevista hecha al ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, éste pidió disculpa por haber llevado a su pueblo a una guerra sin sentido, la guerra de Irak, la misma que no tuvo ningún propósito de gestionar bienestar colectivo, si no más bien el de lucrar la industria de la guerra y al de las multinacionales.

Entendemos que todo las consecuencias derivadas contra la humedad de parte del “Estado Islámico" es responsabilidad exclusiva de todos los líderes mundiales que en su conjunto propiciaron aquella conflagración, que al decir de Blair, fue un sin sentido. Ellos fueron los protagonistas de aquella historia, ya el futuro nos indicará como juzgarlos, tras los resultados de sus derivaciones.

El futuro es hoy.


Salomón Ureña (W.A.).

Abogado - Notario Público.


25 octubre 2015.