De Mihail Gorbachov a Donald Trump.

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Complacido por la buena conversación con Lolin Melo, entusiasta lectora, discurrió la mañana del sábado primero de julio del 2017, víspera del 4 de julio, fecha conmemorativa de la independencia de los Estados Unidos de América (USA), y claro rememorando la Revolución Bolchevique de febrero del 1917.

Sobre el actual presidente de USA, Donald Trump, dábamos nuestras respectivas impresiones, y de pronto el tema nos lleva al que quizás sea el más importante acontecimiento que la era moderna hasta el momento haya podido experimentar, en el que, se pudiera decir además, descansa la paz mundial, salvo excepciones, de que todos los seres humanos disfrutamos.

El desmembramiento de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) acaecido por el año 1991, cuando el gobierno de Mihail Gorbachov ya no pudo mantenerse más dirigiendo el destino de aquella, la que constituía la más vasta geografía de poder de la era contemporánea.

Determinado a cumplir con un fin muy bien diseñado, el entonces presidente ruso de 1991, el poco valorado Mihail Gorbachov, operaba desde el Kremlin las estrategias que le dieran cuerpos tanto al Glásnost y a la Perestroika, con las cuales deseaba, como lo había previsto Trosky, presidente del Sóviet Militar Revolucionario, transformar la política y la economía rusa de entonces. Bien es sabido que una y otra presagiaban además transformaciones que determinaban el termino de una época y el cambio progresivo de la forma de gobernar y hacer política de la URSS, incluyendo el aislamiento de los viejos líderes que protagonizaban el escenario del poder político implantado desde antes de la Revolución de 1917.

De forma imprevisible, tanto el Glasnost como la Perestroika provocaron la caída de la nación que mantuvo en vilo por más de cuatro décadas la paz del mundo.

Adosado al respaldo que inspirado por el presidente Ronald Reagan, y apoyado por la Casa Blanca, se auspició con la colaboración tras bastidores de otros influyentes y poderosos personeros como el magnate de los medios de comunicación, ex-propietario de la CNN, el multimillonario Ted Turner, el que según mi tertuliana, le había planteado en conversación privada a Gorbachov, su respaldo total a la ola de cambios que impulsaba su gobierno, garantizándole incidir favorablemente en el entorno del poder político mundial. En este mismo sentido vale resaltar la fuerte influencia que ejerció el papa Juan Pablo II.

Bajo la presión circunstancial, el gobierno de Gorbachov no pudo mantenerse más en pies, por lo que en la antesala del día de Navidad del 1991, el presidente hubo de renunciar, cediéndole el paso a Boris Yeltsin, de actitud reformista, que no pudo detener el acelerado proceso de desmembración de las repúblicas confederadas.

La desconcentración del poder que trajo el quiebre de aquel polo político ha arrojado cambios universales favorables al extremo que entre las naciones hay una mayor apertura de sus fronteras, observándose por demás ciertos acercamientos en el ámbito de las políticas internacionales, aunque valga decir que no todos los han sido; hoy se debate, por ejemplo, la supuesta e inesperada injerencia del gobierno de Rusia en los resultados del proceso electoral de los EUA de noviembre del 2016.

De cierto es que aquellos procesos transformadores, aunados a la dinámica de la economía y del progresismo llevó a una intima vinculación tanto comercial y al parecer de hasta cierta incidencia en el ámbito de la política entre los líderes de las dos naciones que han predominado y dirigido los destinos del mundo en los últimos cien años, al extremo que tal vinculación puede arrojar cambios que transformen en el futuro inmediato los destinos de la humanidad, tras una posible vinculación concreta del presidente de los Estados Unidos de América con algunos entes del poder y del gobierno ruso dirigido por el ex director de la KGB, Vladimir Putin, un hecho que aunque poco probable, puede encausar por un derrotero inesperado la estabilidad política mundial.


Salomón Ureña (W.A.).
Abogado.

Wamcho’s father.

Pd.- Gracias al doctor César Melo, por su valiosa colaboración al contenido del presente escrito.