Nunca
la conocí, más supe de Sonia Pierre como la mayoría de los mortales, por su
trascendental influencia en el campo de la luchas de los derechos de los
indocumentados.
Su
muerte deja un legado que perdurará por siempre a favor de aquellos por los que
desde muy joven luchó. A los altares de la historia está destinada su honra por
dedicarse incansablemente a defender las causas de los más desposeídos.
Francamente
nunca estuve de acuerdo con sus métodos de lucha, pero esto no implica dejar de
reconocer que Sonia Pierre fuera un ser humano colmado de buena calidad humana,
solidaria, luchadora, controversial y polémica, astuta, dispuesta, humilde y
disciplinada. A tan corta edad, 48 años al morir, trascendió de manera tan significativa
que no hay institución que albergue la esperanza de los más pobres desposeídos que
no le rinda honores tras su partida a la eternidad.
La
contradije, por entender que las causas que promovía iban contra intereses de
mi terruño que también era el suyo, y como dice Miguel de Cervantes y Saavedra
en su más facultada obra, Don Quijote de la Mancha: …amar a mi patria antes que cualquier otra, es la única por la cual luchar...”
Consideré que acudir a organismos
internacionales, como era su acostumbrado proceder, a propiciar todo tipo de
imputaciones que deterioraban la credibilidad de nuestra nación, eran
mecanismos de presión que a la postre reducían nuestra permanencia como Estado;
eran inaceptables sus métodos de luchas, los que casí siempre se empeñaban para
favorecer sus raíces ancestrales.
Defendió
de manera vehemente sus criterios. Supo atraerse adeptos y adversarios, muchos
de los cuales llegaron a ser muy serios contradictores. Sus posiciones en
defensa de los intereses de los nacionales haitianos pusieron su vida en alto
riesgo, sin embargo, nunca se amilanó.
Tras
el derrotero de sus luchas, realizó tantas denuncias que la llevaron, las unas
a evidenciar muchos injustificados atropellos en contra de seres humanos,
verídicas verdades, pero por igual cometió tantísimos errores, como fuera
haberse expuesto de manera tan franca a tener un refractario a ultranza, su
propia patria, la que le correspondió por haber nacido aquí, fruto del
matrimonio de sus padres, los que llegaron a producir riquezas con su arduo
trabajo en los ingenios y bateyes dominicanos.
El
haberse dedicado a prohijar el amparo de los derechos, más los haitianos que los
dominicanos, la hizo merecedora del abrigo de organizaciones pro haitianas y de
sectores, tanto nacionales como extranjeros que siempre han entendido que es a
la República Dominicana a la que corresponde cargar con la suerte de la patria de
Alexandre Petion.
Entiendo
que Sonia Pierre no se percató de que fueron muchos quienes la tomaron como
parapeto para a través de su inmaculada y firme postura, endilgarle a nuestra
patria, la responsabilidad que le era propias a tales desdichados
auspiciadores.
La
contundencia con que procedía ante las instancias internacionales y el amplio
respaldo que cobraban sus denuncias, llegaron a ser tan contundentes, que a la
postre, nuestro país fuera demandando y condenado a pagar sumas millonarias en
dólares a favor de las causas que ella patrocinaba. Esto fue abrevadero para
algunos quienes tuvieron la justificación que aspiraban para expresar el
aborrecimiento a sus métodos.
Verbigracia,
aún cursan por iniciativa de Sonia Pierre, expedientes ante organismos internacionales
que procuran obtener mayores sanciones para nuestra patria. Por este tipo de iniciativas
Sonia Pierre tuvo enconados enfrentamientos con instituciones y personalidades
dominicanas de alto relieve, como a la sazón la propia Junta Central Electoral
y los presidentes que la han gerenciado en los últimos períodos.
No
obstante, su presencia entre nosotros dejó huellas indelebles que permanecerán
por siempre, fue una mujer que todos debemos reconocer, supo levantarse de la
nada a ser auspiciadora de la defensa de los derechos de los más necesitados.
No
mejor ocasión que esta para valorar a John Donne, quien a su decir, “La muerte de cualquier ser hombre me
disminuye a mi, porque formo parte de la humanidad”. Me sumo a esta
especie.
En
paz descanse, Sonia Pierre.
Salomón Ureña Beltre.
Abogado.
salomonbeltre@gmail.com
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