La Ley de Naturalización

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El Poder Ejecutivo apoderó, a través de su consultor jurídico, el doctor César Pina Toribio, el anteproyecto sobre la nacionalidad dominicana con el cual pretende darle respuestas a las secuelas que creó la Sentencia No. 168/13 emanada del Tribunal Constitucional.

Del contenido del anteproyecto de ley sometido al Congreso Nacional para su aprobación, no tenemos hasta este momento ningún reparo que hacer, porque entendemos que las disquisiciones que el mismo ameritaba debían surgir de las vistas públicas para su valoración a que debió ser sometido por los legisladores, sin embargo no podemos dejar pasar por alto la manera en que el mismo fue aprobado por este, el primer poder del Estado.

Entendemos que ninguna razón justifica que con solo haberse presentado a las figuras públicas que lideran el universo político dominicano, el dicho anteproyecto fuera convertido en ley, sin que el mismo fuera expuesto para su ponderación a las diversas fuerzas vivas de la nación, aun el hecho de que el anteproyecto estaba ampliamente edificado en la mente de los asesores del Poder Ejecutivo, los que influyeron poderosamente en el Presidente de la República hasta el extremo que éste se sintió en capacidad plena de someterlo e influir para que con la mayoría absoluta de que goza en el Congreso el Partido que lo ampara, lograra aprobar y convertirlo en ley, como lo hizo, en una sola sesión por Cámaras.


El anteproyecto fue declarado de urgencia, desde su introducción misma al Congreso Nacional, vía la Cámara de Diputados, habiendo estimado sus diferentes estamentos que el mismo no era necesario tramitarlo a ninguna comisión, y no fuera sometido siquiera a discusión pública, a debate, a través de lo cual, entendemos nosotros, se hubieran enriquecido y unificado los criterios de la ciudadanía sobre este tema tan sensible para nuestra Nación.

No tiene razón de ser la prisa que se le impuso a este tema, aunque inferimos que existían presiones a nuestro gobierno de algunas naciones, y agencias internacionales, algunos de los cuales nos han querido imponer una agenda que no ha estado asentida por nosotros.

Este simple hecho nos conduce a entender que no hemos debido prestarle tantísima atención como para dejar aislada la participación ciudadana en este tan transcendental tema nacional.

No puede considerarse que se puede dejar de lado a los órganos de la vida pública, todos formamos partes de la dominicanidad, todos tenemos derechos a participar de las decisiones que habrán de afectar nuestro futuro como nación.

Aquel eventual hecho nos pudo conducir a colectar, para tener a manos, los elementos enriquecidos de políticas públicas para empoderar más eficientemente a una ciudadanía que anhela tener responsabilidad en defensa de nuestros intereses colectivos.

Además, de haberse sometido al referido anteproyecto de ley a discusión pública nos hubiéramos enterados, por lo menos, de quienes son los responsables de haber dejado por tanto tiempo en desbandada la suerte de las libros registros, de las Oficialías del Estado Civil, de la Junta Central Electoral, etc., y así poderles pedir cuentas de sus acciones.

Este país que permaneció por tanto tiempo con oficiales del estado civil que eran dueños absolutos de sus diferentes esferas, los que prefirieron diseñar mecanismos de corrupción de cómo hacerse más rico a costa de nuestra identidad nacional, que a favor de brindar un servicio para favorecer los intereses colectivos de la patria forjada por Juan Pablo Duarte, es el mismo país que hoy día debe exigir se imputen y se asuman las responsabilidades de todos quienes lo llevaron a estar tan proclive a la vulnerabilidad.

Le ley ha sido violentada, se conocen quienes incurrieron en prevaricación, éstos pueden ser fácilmente identificados, solo resta la voluntad para que sean encausados sus transgresores, su delito puede ser calificado de lesa humanidad inclusive, a más de hablar de falsificación de documentos públicos, enriquecimiento ilícito, pero sobretodo el de traición a la patria, etc.

Una sociedad en la que todos actuemos en franca violación de las leyes, a sabiendas de que no habrán consecuencias sancionatorias, es una sociedad en la que, el concepto de seguridad jurídica será una bella conjunción de palabras, pero sin sentidos, si aplicabilidad, el estado de derecho al que todo aspiramos no será más que una simple quimera.


Ese anteproyecto debió ser sometido a la consideración y ponderación de la ciudadanía nacional, porque a todos nos afecta por igual, es un tema del cual todos estamos interesados de participar, de expresar nuestras opiniones, a partir de las cuales entendemos deben tomarse las decisiones que se convertirían en leyes.


Salomón Ureña BELTRE.
Abogado – Notario.
Wamcho’s father.
salomonbeltre@gmail.com
809-353-5353

809-381-4353

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