El Sismo que provoca Tragedia en Japón.

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La colectividad mundial ha manifestado su profundo pesar por la tragedia que le ha tocado vivir al pueblo japonés de la que ha devenido cientos de miles de personas muertas, heridas y desaparecidas, millones de personas desprovistas de la adecuada comida, agua, electricidad, considerables perdidas materiales, las que incluyen rupturas y derrumbamientos de edificios, centrales nucleares, escuelas, hospitales puentes, entre otros, dejando un lastre de desesperanzas, pesadumbres y quebrantos por doquier. 

Aquellas devastaciones son el resultado del siniestro evento causado por la naturaleza, devenida el viernes 11 de marzo del 2011, por el sismo de 8.9 en la escala de Richter, seguida de un aterrador tsunami que se adentró a varias comunidades costeras de la nación nipona.

Desgraciadamente, Japón se encuentra enclavado en un área geográfica de constantes movimientos de las placas tectónicas lo que hace sus superficies territoriales muy inestables y vulnerables.

En 1923, ocurrió uno de los sismos más poderosos de los tantos que han azotado al Japón, aquel destruyó casi por completo la ciudad de Tokio, hasta el extremo que se consideró mover la ciudad a otro lugar. Otros terremotos le han infringido a aquella sociedad grandes destrucciones, pero  ninguno como este ha hecho tanto daños, en este sentido, ha dicho el primer ministro japonés, Naoto Kan, que este –el sismo del 11 de marzo- ha sido la crisis más severa vivida por su país desde la Segunda Guerra Mundial.

Aunque las pérdidas de personas y materiales son muy significativas, las mismas pudieron ser mayores y peores si las autoridades de aquella nación, a sabiendas de lo proclive que es su territorio para experimentar situaciones de esta envergadura, no se hubiere estado preparando para reducir sus consecuencias.

La solidaridad humana y de las naciones no se han hecho esperar, expresando en su conjunto su disposición de aportar recursos humanos y materiales en cooperación mutualista internacional. De esta manera hemos visto que naciones como los Estados Unidos de Norteamérica, han dispuesto de sus facilidades en el pacifico para viabilizar las ayudas que lleguen y de la misma manera cooperar con las autoridades japonesas en diferentes ámbitos, muy especialmente en el aeroportuario.

De la experiencia vivida por aquella nación situada en el pacífico debe aprender el Gobierno Dominicano, y de paso en su mismo esquema deben situarse sus autoridades luego de que científicos de la Universidad de Atlanta antes de ocurrir aquel evento en Japón, advirtieron a las autoridades nacionales, sobre el riesgo que tiene este país de sufrir un terremoto de grandes magnitudes en la parte Este de la Isla de la Española, más específicamente en el Norte de la República Dominicana, teniendo como epicentro posiblemente la ciudad de Santiago de los Caballeros.

A los ciudadanos comunes les parece que las autoridades nacionales no se han dado ni por enteradas de las recomendaciones pautadas por aquellos facultativos. Estas no han promovido ningún tipo de acción tendente a crear mecanismos que invulnebilice a la comunidad.

Aunque si con el terremoto 12E en Haití, desde el Gobierno Dominicano se encargó un estudio que analizara las condiciones de las edificaciones y de las condiciones de la población sobre el cual se habrían de tomar las medidas provisorías necesarias para evitar la conjura de muertes tras un desastre como el pronosticado, sin embargo a 13 meses todavía no se han dado los pormenores de tales estudios.

La historia nos muestras que la parte Este de la isla que comparten Haití y nuestro país, que en promedio de cada setenta y cinco años las placas tectónicas de las que se sustentan nuestros suelos, registran cambios y con ello colosales movimientos que son los que producen los terremotos que acarrean miles de perdidas de vidas humanas e incalculables daños materiales.

Existiendo una adecuada política de educación a los ciudadanos y de readecuación oportuna de nuestras edificaciones físicas tanto públicas como privadas podremos reducir los daños que se avecinen producto de desastres similares. No importa cuan costosas resulten ser las inversiones que deban hacerse para adecuarnos a mejores posibilidades de tolerar y reducir significativamente los daños ante semejante vorágine de la naturaleza.

Mejor será no hacernos esperar en las diligencias que debemos impulsar para crear las medidas de previsión que desde ya amortigüen los efectos destructores que conlleva un evento cataclismico como el esperado, el cual de producirse bajo los mínimas medidas de seguridad actualmente vigentes en nuestro país, dejaría una estela de daños insospechados.

Para esta ocasión las autoridades nacionales están advertidas por los científicos, lo cual es de gran ayuda para nosotros, y sobretodo, la experiencia vivida por los hermanos japoneses debe servirnos como muestra para tener una mejor respuesta proteccionistas de nuestros intereses.

Para muchos ante eventos de esta naturaleza, a la comunidad solo le queda resignarse y aceptar sus consecuencias; nada más incierto y burdo. Si se aplican metodológicamente las medidas de seguridad sugeridas por los técnicos, se estaría reduciendo significativamente los efectos que deban derivarse.

Los dominicanos le expresamos a los nipones, nuestras solidaridad y disposición a colaborarle en todo cuanto sea necesario en momentos de tanto dolor y llantos.


Salomón Ureña B E L T  R E.
salomonbeltre@me.com

Abogado.

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