Entre
los dominicanos nunca ha pasado por alto la designación de un nuevo embajador norteamericano.
Este hecho suele centrar la atención de la población debido a que se considera
a éste como una especie de gobernador enviado por la gran potencia, amén de
considerársele como un vigía de todos los movimientos que realiza el gobierno
central y todas sus dependencias, y cuanto menos que lleva, una especie de monitoreo,
para su oportuna evaluación, de las actuaciones de todos los sectores de la
vida nacional.
En
uno y otro caso, es incuestionable la grandísima influencia que éste funcionario
diplomático suele ejercer entre nosotros.
Y
es que la influencia de los Estados Unidos de Norteamérica entre los dominicanos
es cosa que nos viene desde el simple hecho de que en aquel país, se estima la
presencia de algo más de un millón y medio de dominicanos, lo que hace se
genere una gran influencia tanto a nivel cultural, económica, política y en
cualquier otro orden.
Se
considera pues que la calidad de que goza el que habrá de cubrir la plaza más
importante desde la cual se representa los intereses del “Gobierno del Norte”,
es una referencia obligatoria que permite colegir la línea de interés
específico que habrá de cubrir el desempeño de sus funciones.
Recordamos
la incidencia que cau, Raúl H. Izaguirre, quien tan buena vibra dejó luego de
su renuncia, por haberse sumado a las causas más nobles y necesarias de nuestro
país, aunque no así con Hans Hertel, a quien se le atribuye haber dejado una
alta estela de nubarrones en el seno de la comunidad nacional, por verse
involucrado en la realización de algunos supuestos negocios y contratos que
deslucieron su estadía.
Con
la nominación de parte del presidente Barack Obama de James –Wally- Brewster como
nuevo Embajador Norteamericano para la República Dominicana, se han generado
algunas chispas que han encendido las críticas desde diferentes sectores de la
vida nacional, hasta el extremo que rara vez vemos que en un mismo tema
expuesto en la palestra pública coincidan en sus posiciones los cristianos
católicos y los cristianos protestantes.
En
este tema ambos sectores religiosos se han expresado contrarios a que el
gobierno dominicano le otorgue el plácet
al pretendido nuevo embajador norteamericano, debido única y exclusivamente a
su condición de homosexual, y ser un afamado y decidido activista pro defensor
de las conquistas de los derechos de esta minoría.
No
se han dado cuenta estos sectores religiosos de tradición netamente conservadora,
que los tiempos han cambiado entre nosotros, y que hoy, las minorías tienen
derechos adquiridos constitucionalmente, y que por demás, la condición de
homosexual no debe ser una causal de desaprobación de la designación de James
“Willy” Brewster como diplomático en este país y en ninguna otra parte del
mundo.
Ciertamente
ante la designación del nuevo embajador no podemos quedarnos con la mirada
puesta en el horizonte como si nada estuviera pasando, debemos estar alerta
para que cualquier iniciativa que promueva que sean contrarias a nuestra
cultura sean prontamente encaradas con la debida oposición.
Bien
sabemos que algunos de los embajadores estadounidenses sitiados en nuestro
país, han venido a ejercer sus funciones con agenda muy bien definidas, tanto
en el orden de hacer de sus funciones una causa para ellos legitimas de hacer negocios
para beneficios particulares o grupales,
experiencia recientes tenemos; sin embargo, no debemos adelantarnos para
entender que este funcionario viene con el propósito de ser un activista de los
derechos homosexuales o de incitar la defensa desde nuestro territorio de los derechos
de ciudadanos de otros países, como se ha comentado, los que han estado
demostrando en las últimas semanas algunas hostilidades contra nuestra nación;
insistimos, no obstante estas probabilidades, debemos darle a este nuevo
embajador el beneficio de la duda y permitirle inicie su gestión como enviado
de buena voluntad.
Ahora
bien, si advertimos que sí dentro de su agenda se encuentra fijar estrategia
operativa tendente a venir a sembrar entre nosotros la legalización del
matrimonio entre homosexuales o a negarnos la posibilidad de defendernos de los
ataques que se prohíjan desde cualquier litoral vecino, pues inmediatamente
deberemos tomar las medidas que entrañen la negativa a su permanencia como tal
en nuestro país.
Salomón
Ureña B E L T R E.
Abogado.
809-353-5353
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