Situación Lamentable de Nuestros Cementerios.

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En nuestro país existen dos categorías de cementerios: los públicos, que son administrados por los ayuntamientos y aquellos que son concesionados por los municipios a los particulares. Estos últimos han proliferado en años recientes, llegándose a incorporar varios solo en el Distrito Nacional, en su mayoría regenteados por empresas extranjeras.


Al fallecer algún familiar o allegado, se nos hace cita obligada visitar su sepulcro, allí podemos recordarle, proporcionar mantenimiento a las áreas donde reposan sus restos, etc. Sin embargo, todos quienes solemos visitar estos osarios, lo hacemos con temor de ser víctimas de la ola delincuencial que arropa a nuestro país. Es poca la seguridad que allí brindan las autoridades. Estos espacios se han convertido en verdaderas madrigueras de forajidos. Los robos a los visitantes y la profanación de las tumbas ya están institucionalizadas en los cementerios.

Recientemente un alto oficial de nuestros cuerpos castrenses fue victima de un asalto en el cementerio Cristo Redentor, se le despojó, entre otros bienes, de su arma de reglamento. Este fenómeno se da a diario con diversidad de personas, los que por su condición  de ciudadanos comunes no llega a la opinión pública.

Tan preocupante se hace a la vista de todos la falta de cuidado hacia los cementerios, que ya se ha hecho costumbre entre nosotros, que los féretros que contienen los cadáveres deban ser destruidos al momento de la sepultura para impedir que estos sean extraídos por los malhechores.

Si alguien quiere enrostrarle incompetencia inexcusables en sus funciones a su respectiva alcaldía, basta con denunciar el tema que se refiere a los cementerios. Los alcaldes son indiferentes a esta problemática. Su apatía los convierte en ineptos e incapaces. Ellos no hacen conciencia que sus propios despojos fúnebres tendrán como morada final, a uno de estos osarios. Es imperdonable la falta de coordinación y de planificación en la gestión administrativa que mantienen los ayuntamientos con los cementerios. Parece ser, se les olvida que en ellos reposa nuestra historicidad como nación.

No se explica, por ejemplo, que las autoridades municipales del Distrito Nacional hayan desmontado en el mes de febrero del 2011, todo el material asfaltico que otrora cubría las calles del mayor cementerio con que cuenta tal demarcación, esto es el Cristo Redentor,  hasta la fecha que abordamos el tema, esta todavía no ha sido repuesta. Hace ya ocho meses que las calles de este cementerio están tan deterioradas que ha provocado que los deudos dejen de asistir a las moradas de los muertos. Pero también están deterioradas las aceras, los contenes, y el exceso de maleza descuidada crea un cuadro sumamente horrible.

Los trabajadores de este camposanto, que está relativamente copado, rastrean de manera desesperada las áreas e identifican los espacios más inverosímiles existentes para venderlos y así lograr algunas comisiones. Poco les interesa alterar el aspecto arquitectónico, el desempeño y la utilidad con que han sido levantados los cenotafios vecinos.

La ley No. 214, publicada en la Gaceta Oficial No. 5884 del 4 de marzo del 1943, es la que reglamenta a los cementerios en nuestro país. Esta normativa que parece ser tuvo mayor interés en referirse a las concesiones de estos que a cualquier otro asunto, le atribuye especiales facultades a los ayuntamientos para su administración y conservación. No obstante, esta ley debe ser actualizada con el propósito de reasignarle responsabilidades más especificas a los ayuntamientos y concebir las sanciones ejemplarizantes en caso de incumplimientos, todo con el propósito de procurar brindarle mejor mantenimiento a los cementerios y así podamos mantener viva nuestra propia historicidad como nación.


Salomón Ureña Beltre.
Abogado.
salomonbeltre@gmail.com

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