Consternación, conmoción y pánico es
en lo que se envuelve nuestro ser, se nos eriza la epidermis, adormecimiento de
las áreas pensantes, y constricción por el pavor experimentado al sabernos miembros
de una sociedad que deja morir a once niños atrapados en su natural indefensión, y por las artificiales
maniobras encausadas por la irresponsabilidad de un sistema y de quienes lo
gobiernan.
Si, la muerte de éstos niños en el Hospital
Robert Read Cabral deja esclarecido y al desnudo el desorden en el que vive
nuestro país, también en materia de salud.
Saberse miembro de una sociedad en
la que se les brindan tan pocas oportunidades de desarrollo a los seres humanos,
aun en sus etapas de recién nacidos nos absorta, nos resuena hasta dolernos, y
nos coloca en un estadio de sensibilización tal que nos obliga a hacemos eco de
tan monstruoso acontecimiento, de tal manera no dejar apagar sus efectos hasta
tanto se tomen las medidas que eviten su repetición.
Escuchar decir de la boca de un
miembro de la Academia de Ciencias, y una autoridad de la medicina como lo es
el Doctor José Joaquín Puello Herrera, que hechos como el acontecido el pasado
fin de semana en el Hospital Robert Read Cabral, en el que por falta de cuidados
de las áreas competentes murieron once niños, vienen ocurriendo todos los años
e igualmente en todos nuestros hospitales, nos espeluzna aun más, y nos recalca
que no son ciertos los bajos índices de
la mortalidad infantil que acusamos, según los reportes periódicos que suele
ofrecer a la colectividad las autoridades médicas.
La muerte de los éstos niños
retrata la situación de cataclismo en el que se encuentra el sector salud, el
que aun no obstante tener un presupuesto que sobrepasa los 60 mil millones de
pesos dominicanos anuales para atender a una población de menos de diez
millones de habitantes, que cuenta además con una estructura hospitalaria de cerca
de 1480 centros desplegados por todo el país, son recursos que a nuestro
entender permiten, en caso de ser bien administrados, realizar un mejor desempeño,
evitando que ocurran desenlaces tan aberrantes como lo sucedido a éstos
desvalidos, tragedia que enluta a sus padres y a toda una sociedad que aun no
se repone de la consternación.
El
sistema de salud en nuestro país está muy bien integrado, por lo menos en el
aspecto legal, hasta el extremo que nuestra propia Carta Sustantiva, señala en su
Artículo 61, que:
[Art.-
Derecho a la salud. Toda persona tiene derecho a la
salud integral. En consecuencia:
1) El
Estado debe velar por la protección de la salud de todas las personas, el
acceso al agua potable, el mejoramiento de la alimentación, de los servicios
sanitarios, las condiciones higiénicas, el saneamiento ambiental, así como
procurar los medios para la prevención y tratamiento de todas las enfermedades,
asegurando el acceso a medicamentos de calidad y dando asistencia médica y
hospitalaria gratuita a quienes la requieran…”];
Sin embargo, una cosa es lo
previsto en la Carta Sustantiva y otra es la que se las autoridades ejecutan, para
muestra reduzcámonos a la siniestralidad del Hospital Robert Read Cabral.
Si no resulta suficiente, y si se
quiere abrevar un poquito más a lo dicho, atrévase cualquier ciudadano acudir a
un centro hospitalario público y verá como se convierte su osadía en un
martirio, la mendicación que expone el descuido por las estructuras descalabradas
de los mismos, el sucio, los malos olores, francamente asquea. El compromiso
social del Estado orientado por fuerza constitucional para satisfacción de los
ciudadanos se reduce exponencialmente a estimación cero.
Pero si las edificaciones físicas
acusan descalabros parecidos, no hablemos de los procesos internos, de la
interacción de los médicos, enfermeros y personal administrativo y gerencial
para con los pacientes, ahí es donde verdaderamente nos convencemos de lo
tétrico y agobiante del sistema. Tan ofensivo llega a ser el comportamiento de
aquellos para con éstos, que el paciente se siente a veces tan desatendido, y
maltratado, que no ve la hora en que dependa de la colaboración del sistema
para la recuperación de la salud, llega a considerarse desmoralizado por los
vejámenes a los que se ve expuesto. Es francamente inhumano el trato que se
recibe. No se corresponde la vocación que se le supone adquirieron los
profesionales médicos al formarse para las actitudes tan contrarias con que
tratan a sus pacientes, en las mayorías de los casos.
Para engrosar el listado de
imperfecciones y precariedades con que cuenta el sistema de salud, algunas de sus
dependencias hospitalarias no cuentan siquiera con el suministro normal de los servicios
básicos tales como agua potable, la que cada hospital debe proveerse de manera
aislada, falta constante de energía eléctrica, producto de lo cual se deben hasta
posponer intervenciones quirúrgicas y otros asuntos que requieren de este
servicio por los constante corte a que se ven expuestos. Tampoco hay un buen
manejo con los residuos que se generan, y que decir de las instalaciones y
facilidades de los mobiliarios con que cuentan estos centros. Pronto se observa
que los ventiladores están dañados, las áreas en que se requieren aire
acondicionados no los hay, o suelen estar averiados, las camas son inservibles
y en muchos casos no existen los abastecimientos y avituallamiento necesarios,
los que suelen ser provistos de forma extemporáneas, en fin, todo anda de
mangas por hombros sin posibilidad de ver luz en el horizonte.
Los gremios médicos acusan a las
autoridades que manejan el presupuesto del Estado de las precariedades de que
adolecen la mayoría de los hospitales, incluyendo los de la zonas
metropolitanas, los que gran parte están al límite de verse obligados a no
poder seguir rindiendo sus operaciones, según dicen.
Y por lo visto parece que no exageran.
Fijaos que por el mal funcionamiento de unos simples dispensadores de oxígenos
en el Hospital Robert Read Cabral, el centro médico al que se le supone mayor
importancia en el cuidado y atención a la niñez en todo el país, por la multitud
de pacientes que precisan de atenciones médica, es que ocurrió la muerte de
éstos desventurados neonatos que vieron apagar sus vidas, asfixiados, por falta
de aire que no le fue suministrado adecuada y oportunamente. Murieron ahogados
por causas de la insensibilidad de una sociedad pusilánime, que no se atreve a
reclamar ante los manidos desvaríos de sus autoridades gobernantes.
Estos angelitos a los que el Estado
debió proveerle mejores condiciones para salvarles por lo menos sus vidas, se
nos fueron sin haber cumplido las metas para las cuales el Señor nos los envío
para que los cuidáramos, y nos gozáramos de la grandeza de su obra reflejada en ellos.
La ocurrencia de acontecimientos
como el que devela el fallecimiento de los niños del Roberto Read Cabral, serán
corregidos con el advenimiento de mayores responsabilidades de todos los
agentes que interactúan en el colectivo social que conformamos todos.
El ejercicio de la profesión médica
no debe constreñirse solo a reintegrarle la salud a los enfermos, los niveles
gerenciales que se les encargan es parte de su competencia, por lo cual este debe
rendir resultados no tan deplorables y de incalificables ocurrencias.
De nada nos vale tener protegida constitucionalmente
la actividad y el ejercicio de la medicina en nuestro país si no se cumplen sus
previsiones, todo esto es un autentico eufemismo.
Salomón Ureña B E L T R
E
Abogados & Escritorio Notarial.
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