El ser humano en su estado
natural es esencialmente violento. Su aliento de conservación alerta sus
instintos primarios, y para preservarlos es capaz de responder con los más fatídicos
e inimaginables actos de violencias para satisfacer su estado de necesidad.
Su adocenamiento lo
transforma a un estado de superación que le permite adaptarse a la sociedad,
pero en definitiva éste nunca abandona lo primario de su ser, de su identidad.
Es al Estado al que le
corresponde crear los mecanismos necesarios para hacer que cada individuo sea
capaz de adaptarse al medio social, sin que luego resulte una amenaza para los
intereses colectivos. En la medida en que este ente no cumpla con su finalidad
esencial que es disponer de todas las facilidades que les provean al individuo
su desarrollo individual, asentará las bases para que se erijan a quienes
resulten contrarios a sus intereses, y en estos se incluyen a los sicarios.
El hecho de que en la República
Dominicana existan entidades que tengan por objeto brindar servicios de
asesinato por encargos, las que se aseguran tener entre sus filas a los más crueles,
desalmados, y desinhibidos al crimen, a los que para acometer sus fechorías rehúsan inhibirse a cualquier acción, convertidos
en verdaderos arquetipos de la degeneración, que muchas veces reclaman sus
espacios en el sitial del crimen, pavoneándose de sus hazañas delictuales, es
en gran medida de especial responsabilidad estatal.
Sádicos y anarquistas por
antonomasia, los sicarios anhelan asegurarse un puesto en las crónicas de los
medios, se ocupan de que sus actividades horroricen de manera tal a la
colectividad que esta se sienta desprotegida, envían un mensaje en el que
realzan la hipótesis de que no hay amparo posible. El límite de los efectos de las
revoluciones humanas, que ha sido de dotar a los hombres de respeto por sus
vidas, su libertad, su patrimonio, entre otros, todos estos progresos en la
vida individual de los seres humanos se detienen ante las bravuconadas de estos
desvergonzados.
Generalmente el perfil de los
sicarios es ser fríos, manipuladores, calculadores, desvergonzados, aunque
algunos sufren temor de serlo por la insuficiencia de su propia infamia. Su accionar
incita a que sus gestos sean de tan baja calaña que su función básica sea
atraer el miedo, provocar hechos de sangres los más crueles que solo pueden ser
figurado en la mente humana por la evidencia fáctica de sus concretizaciones.
Similares muestra nos las
sirven éstos esbirros en ocasión de “un trabajo” baja de su motocicleta luego
de inferirle varias heridas a la víctima, no obstante se asegura de rematarlo, bien
clavándole la daga o infiriéndoles las heridas adicionales que cercioren la
efectividad de su trabajo, con delicado accionar abordan los órganos vitales de
sus víctimas, tales como cabeza, corazón, pulmones, estómagos, etc.
La excentricidad hacia este
tipo de crimen se acentúa en grado superior cuando las encomiendas para
acometerlos las proporcionan quienes se suponen no lo hacen sino por lucro,
bien por ascender o asegurarse alguna prebenda o posición, como el caso del
Alcalde (sindico) oficialista de Bayaguana, quien se hizo valer de cinco sicarios, a quienes les pago RD$400,000.00 para
que asesinaran y así lo hicieron al también regidor oficialista, Renato de Jesús
Castillo Hernández,
cuyo móvil fuera
impedir que éste último develara el desfalco de los recurso del ayuntamiento en
el que habría incurrido el funcionario edilicio autor de la trama.
Corresponde al Estado y a
sus instituciones proveerse de las estrategias, medios e instrumentos mediante
los cuales hacerle frente a esta terrible ola de sicariato que se acrecienta en
nuestro país.
En gran medida existe un
intenso protagonismo de parte de las autoridades estatales y de los criminales
por hacerse sentir, los primeros que han debido actuar para prevenir la
comisión de los hechos reñidos con las sociedad y los segundos, que una veces
justificados en la falta de oportunidades quieren traducir su descontento con
el entorno que quizás no le brindó las facilidades óptimas para el desarrollo
individual de sus habilidades, pero que lo agreden de manera tan virulenta que
no merecen la más mínima contemplación en ocasión de aplicarse sobre ellos todo
el peso de la ley.
Salomón Ureña B E L T R E.
Abogado – Notario Público.
Wamcho’s father.
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809-381-4353
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