Del porque se debe ser un buen profesional.

Posteado el // Comentar

Ser útil y productivo a la sociedad es una consecuencia natural de nuestra propia existencia.

En esta virtud, el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dispone que: “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.

El que no se prepara profesionalmente para afrontar los retos que le depara la vida, deberá recurrir a métodos pocos admirables y si muy reprochables para alcanzar la satisfacción de sus expectativas vitales.

Bien es sabido que los mediocres se las arreglarán para como “ascensoristas” poder ascender a ocupar tal o cual función o jerarquía, sin tener los méritos suficientes. No serán capaces de someterse a ningún concurso de oposición real, ni a escrutinio de ninguna naturaleza, si podrán fruto de algunas tretas, lograr granjearse algunas ventajas que los hagan ver como triunfadores, pero en definitiva, la falta de una sólida instrucción profesional, lo descartan a ser un ejemplo de conducta y de admiración, saldrá a la luz mas tarde que temprano su incompetencia.

Es por esto que el militar que sin haber cumplido la agenda de ascenso prevista en el escalafón castrense, en el momento crítico deberá poner en práctica su formación y en ocasión de un asalto al enemigo, no sabrá armar las estrategias más convenientes para su tropa, pudiendo ponerla en tal alto riesgo de hasta auto aniquilarla, colocando, por ejemplo en punto de ataque frontales, a sus iguales.

El ingeniero no hará los estudios de suelos correspondientes, al momento de levantar una edificación, no sabrá sanear siquiera el terreno o no sabrá colocar el tipo de acero ni la cantidad suficiente para garantizar la idoneidad de la obra a construir. Imagínese usted una casa mal construida, un puente sin los aproches necesarios, un edificio falto de la tecnología que afronte los sismos, una carretera mal nivelada, etc.

El policía que no cumpla con la instrucción formativa necesaria auspiciará métodos incorrectos para afrontar la delincuencia, hasta el extremo que matará por no conocer otros mecanismos más efectivos para controlar y disuadir el crimen.

El bombero desconocerá las reglas básicas de contingencias de los elementos que deba afrontar, no sabrá, por ejemplo, que el fuego hay que controlarlo en su propio génesis, evitando que salga de sus causes. El no conocer la técnica de su oficio le llevará a pisarle la manguera a su compañero, pondrá en riesgo la vida de sus propios colegas de trabajo y así la de los seres que está llamado a proteger.

El médico será incapaz de impedir la muerte de sus pacientes al no saber identificar a tiempo su quebranto, de tal manera no poder aplicarle los ungüentos y prescripciones médicas necesarios. Cederá por su incompetencia a los designios que importan a la imprudencia.

Pero es en el abogado donde mayor desgracia suelen atraer sus incompetencias, suele decirse que es en este profesional que más se acercan los asuntos de Dios.

En su ejercicio, el abogado vincula la vida y el patrimonio de las personas. Siendo estos los  elementos consustanciales más importantes a la existencia misma de los seres humanos. Su incapacidad para afrontar los problemas con lo que deba lidiar a diario, provocará una hecatombe no solo en el universo de una persona en particular, sino en el toda una familia y hasta con consecuencia devastadora en todo el seno social.

No con exiguas razones se ha dicho que: “El abogado mal instruido es una nave a la deriva”.


Salomón Ureña B E L T R E.
809 353 5353
809 381 4353
salomonbeltre@me.com

0 comments:

Publicar un comentario