Tragedia de un Obrero en la Plaza de la Salud.

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“…La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”. 
Ernest Hermingway. 

Amen del desaliento y la frustración que nos causa saber que cuarenta y ocho horas después de haber caído en un filtrante un obrero que trabajaba para las empresas contratistas privadas que operan la remodelación de la Plaza de la Salud, los bomberos deciden suspender definitivamente su búsqueda, disminuyendo toda posibilidad de encontrarlo con vida y aun, de por lo menos, identificar su cuerpo.

Alegando falta de herramientas, de maquinarias y de otros recursos técnicos con que serían posible realizar las perforaciones para abrir una trinchera hasta el interior por donde se disponen las aguas subterráneas que están a escasos metros de la superficie, tanto sector público como privado, justificaron y optaron irse por la vía más fácil, la más económica, pero también la más deshonrosa, desconcertante, e inhumana.

El asunto no trascendió lo suficiente en los medios, bastó que se declarará su muerte, ningún otro organismo de la esfera nacional o extranjera hizo esfuerzo en solicitar cooperación, y mostrarse en disposición de colaborar para lograr resultados más concluyentes, no dio tiempo siquiera para que se declarase su desaparición en términos judiciales.

En momento en que la humanidad cuenta con medios tecnológicos de avanzada, con los recursos económicos y de transportes que pudieran movilizar desde un extremo del planeta al otro en cuestión de tiempo relativamente oportunos cualquier herramienta como la utilizada en la mina de Chile donde 33 mineros quedaron literalmente atrapados por un alud que se les vino encima en el 2010, permaneciendo por 70 días, y que gracias a las repercusiones que a nivel internacional cobró el tema, no se escatimó implementar recursos e identificar los mecanismos que pudieran dar las respuestas favorables que al efecto resultaron al rescatarse con vida todos los afectados.

En esta ocasión tanto el gobierno, intereses privados, y la propia empresa para la cual trabajaban los mineros se unificaron, logrando alcanzar la mayor proeza que haya vivido la humanidad en término de rescate tras siniestros de tales envergaduras.

Quién no ha de imaginarse que nuestro obrero, a la hora de este escrito, aun permanezca con vida aislado en una gruta interna donde le llegue oxigeno, pero que las corrientes de aguas le impidan desplazarse hasta donde logre ser visto desde el exterior?

Cómo es posible que se hayan vencido esos espíritus batalladores con que suelen estar revestidos los miembros de instituciones de socorros, como el de los bomberos, sin agotar todos los esfuerzos que hayan válido la pena realizar para satisfacción del estado de necesidad de esta víctima, del aliento esperanzador de sus familiares y de una sociedad que aspira airearse de expresiones de solidaridad y hermandad social?

Que lastima que no se haya planificado y asegurado el área  de trabajo desde la cual se deslizó hasta al vacío este obrero, y peor que no se hayan hecho los reconocimientos debidos ingresando la búsqueda de lugares de acceso, haciendo uso de los recursos humanos y logísticos con que contamos como una forma de demostrarnos aferrados y consonos con la dignidad humana. 

Nos imaginamos la aflicción que acusan los familiares de la persona afectada al saberse incomprendidos gracias a la ligereza con que obraron las empresas para la cual trabajaba, y mucho más, por las autoridades que optaron por la vaguedad, por el improperio e irrespeto a la vida humana, al dejarlo todo en una simple declaratoria de muerte.

Cada días más nos convertimos en aduladores de lo insano, en insensibles prohijares de un estado de cosas que nos distancian del amor al prójimo.

Las campanas doblan por ti...


Salomón Ureña BELTRE.
Abogado - Notario Público.
Wamcho’s father.

Agosto 10, 2015

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