Descalabro del Sistema Dominicano de Salud Pública (2-3)

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La semana pasada vimos como mientras el Premio Novel de la Paz del año 2014 le era reconocido y entregado a sendos preciados defensores de los intereses y derechos de la niñez y de los jóvenes[1], la República Dominicana hacía gala de su incompetencia para cuidar, proteger y salvarle la vida a once neonatos, los que murieron fruto de las precariedades de que consta nuestro sistema de salud pública.

El escenario que protagonizó tan horrible resultado lo fue el más emblemático hospital para niños con que cuenta el sistema hospitalario dominicano, el Robert Read Cabral, causado dicen algunos, por el bajo presupuesto que le destina el Poder Ejecutivo al sector de la salud pública, en franca violación a las asignaciones que le corresponde por ley.

No obstante lo anterior, los factores que influyen para determinar la ocurrencia de tales males son de muy de diversas índoles, pero no de difícil identificación como han querido dejarlo entrever las autoridades. En esencia, todo se reduce a la desconcentración de las obligaciones a que se deben los encargados de las funciones públicas, y a la falta de destinar convenientemente los recursos con que contamos.

Hechos como el sucedido el pasado domingo 5 de octubre, fecha en que fallecieron los críos, ponen de relieve que la violación a la ley trae consecuencias muy serias contra toda la colectividad; en este caso, de haberse cumplido con el aporte de los porcentajes que del Producto Interno Bruto establecen las normas para el sector de la salud pública, el 1.28%, las posibilidades de sufrir desenlaces tan aberrantes como en el que murieran nuestros niños, fueran mínimos.

Si el Poder Legislativo asumiera la función de fiscalizar el cumplimiento de la Ley General de Presupuesto, y al detectar su violación se aplicarán las sanciones previstas, el Ejecutivo manejara los recursos con la discrecionalidad que la ley impone. Ambas instancias tienen igual responsabilidad.

Ambos poderes, el Ejecutivo como el Legislativo se las ingenian para disponer a su antojo de los recursos que por ley le están atribuidos a diversas carteras, entre ellas al Ministerio de Salud Pública.

Sumémosle el hecho de que a la llegada al solio presidencial, el licenciado Danilo Medina proscribió la perniciosa práctica en la que por años estaban incurriendo algunos de los hospitales del sistema, consistente en cobrar cuotas a los pacientes para poder auto gestionarse; con el desmonte de este ejercicio, lo que fue muy saludable para el bienestar de las mayorías, no se sustituyeron los ingresos que por este concepto se colectaban, quedando altamente agredido el presupuestos de los centros hospitalarios públicos.

Otras de las causas por la que el sector salud no satisface las necesidades sociales, obedecen a que existe una concentración demasiado rígida de las diferentes estructuras que conforman el sistema de salud pública. El Colegio Médico Dominicano (CMD), reclama que los hospitales deben trabajar como unidades independientes.

También  se aduce que influye de manera determinante en la disfuncionalidad de este importante insumo para las clases más desposeídas, el hecho de que la Ley 87-01 sobre Seguridad Social, al momento de su elaboración no fue integrada al sistema de salud pública de manera que los recursos que debieron fluirle no son captados, al extremo de que el sistema de salud pública si está obligado a ofrecer los servicios a los pacientes de las ARS’s privadas, sin poder cobrársele a estas entidades los servicios prestados.

Con experiencia como la vivida tras el fallecimiento de nuestros vástagos en el Robert Read Cabral deben alertarse las conciencias de nuestras autoridades para destinar mayor esfuerzos que impidan tales desmanes, bien aportando los recursos que sean necesarios para impedir que situaciones como la comentadas vuelvan a ocurrir.

De que nos vale la vida si no somos merecedores del respecto al derecho a la salud, que está previsto por nuestra Constitución?

Las debilidades estructurales de nuestras instituciones auspician los mayores desconciertos y afectan los intereses de la mayoría de los ciudadanos, y de todos aquellos que interactuamos bien por necesidad o por obligación frente a los diversos entes de la administración pública.

Todos participamos por igual en el aporte de los recursos a través de los tributos que pagamos para evitarnos vivir desamparados y desprotegidos.


Salomón Ureña B  E  L  T  R  E
Abogados & Escritorio Notarial.
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[1] Kailash Satyarthi y Malala Yoursafzai

Descalabro del Sistema Dominicano de Salud Pública (1-3)

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Consternación, conmoción y pánico es en lo que se envuelve nuestro ser, se nos eriza la epidermis, adormecimiento de las áreas pensantes, y constricción por el pavor experimentado al sabernos miembros de una sociedad que deja morir a once niños atrapados en su  natural indefensión, y por las artificiales maniobras encausadas por la irresponsabilidad de un sistema y de quienes lo gobiernan.

Si, la muerte de éstos niños en el Hospital Robert Read Cabral deja esclarecido y al desnudo el desorden en el que vive nuestro país, también en materia de salud.

Saberse miembro de una sociedad en la que se les brindan tan pocas oportunidades de desarrollo a los seres humanos, aun en sus etapas de recién nacidos nos absorta, nos resuena hasta dolernos, y nos coloca en un estadio de sensibilización tal que nos obliga a hacemos eco de tan monstruoso acontecimiento, de tal manera no dejar apagar sus efectos hasta tanto se tomen las medidas que eviten su repetición.

Escuchar decir de la boca de un miembro de la Academia de Ciencias, y una autoridad de la medicina como lo es el Doctor José Joaquín Puello Herrera, que hechos como el acontecido el pasado fin de semana en el Hospital Robert Read Cabral, en el que por falta de cuidados de las áreas competentes murieron once niños, vienen ocurriendo todos los años e igualmente en todos nuestros hospitales, nos espeluzna aun más, y nos recalca que no son ciertos los bajos índices  de la mortalidad infantil que acusamos, según los reportes periódicos que suele ofrecer a la colectividad las autoridades médicas.

La muerte de los éstos niños retrata la situación de cataclismo en el que se encuentra el sector salud, el que aun no obstante tener un presupuesto que sobrepasa los 60 mil millones de pesos dominicanos anuales para atender a una población de menos de diez millones de habitantes, que cuenta además con una estructura hospitalaria de cerca de 1480 centros desplegados por todo el país, son recursos que a nuestro entender permiten, en caso de ser bien administrados, realizar un mejor desempeño, evitando que ocurran desenlaces tan aberrantes como lo sucedido a éstos desvalidos, tragedia que enluta a sus padres y a toda una sociedad que aun no se repone de la consternación.

El sistema de salud en nuestro país está muy bien integrado, por lo menos en el aspecto legal, hasta el extremo que nuestra propia Carta Sustantiva, señala en su Artículo 61, que:

[Art.- Derecho a la salud. Toda persona tiene derecho a la salud integral. En consecuencia:

1)    El Estado debe velar por la protección de la salud de todas las personas, el acceso al agua potable, el mejoramiento de la alimentación, de los servicios sanitarios, las condiciones higiénicas, el saneamiento ambiental, así como procurar los medios para la prevención y tratamiento de todas las enfermedades, asegurando el acceso a medicamentos de calidad y dando asistencia médica y hospitalaria gratuita a quienes la requieran…”];

Sin embargo, una cosa es lo previsto en la Carta Sustantiva y otra es la que se las autoridades ejecutan, para muestra reduzcámonos a la siniestralidad del Hospital Robert Read Cabral.

Si no resulta suficiente, y si se quiere abrevar un poquito más a lo dicho, atrévase cualquier ciudadano acudir a un centro hospitalario público y verá como se convierte su osadía en un martirio, la mendicación que expone el descuido por las estructuras descalabradas de los mismos, el sucio, los malos olores, francamente asquea. El compromiso social del Estado orientado por fuerza constitucional para satisfacción de los ciudadanos se reduce exponencialmente a estimación cero.

Pero si las edificaciones físicas acusan descalabros parecidos, no hablemos de los procesos internos, de la interacción de los médicos, enfermeros y personal administrativo y gerencial para con los pacientes, ahí es donde verdaderamente nos convencemos de lo tétrico y agobiante del sistema. Tan ofensivo llega a ser el comportamiento de aquellos para con éstos, que el paciente se siente a veces tan desatendido, y maltratado, que no ve la hora en que dependa de la colaboración del sistema para la recuperación de la salud, llega a considerarse desmoralizado por los vejámenes a los que se ve expuesto. Es francamente inhumano el trato que se recibe. No se corresponde la vocación que se le supone adquirieron los profesionales médicos al formarse para las actitudes tan contrarias con que tratan a sus pacientes, en las mayorías de los casos.

Para engrosar el listado de imperfecciones y precariedades con que cuenta el sistema de salud, algunas de sus dependencias hospitalarias no cuentan siquiera con el suministro normal de los servicios básicos tales como agua potable, la que cada hospital debe proveerse de manera aislada, falta constante de energía eléctrica, producto de lo cual se deben hasta posponer intervenciones quirúrgicas y otros asuntos que requieren de este servicio por los constante corte a que se ven expuestos. Tampoco hay un buen manejo con los residuos que se generan, y que decir de las instalaciones y facilidades de los mobiliarios con que cuentan estos centros. Pronto se observa que los ventiladores están dañados, las áreas en que se requieren aire acondicionados no los hay, o suelen estar averiados, las camas son inservibles y en muchos casos no existen los abastecimientos y avituallamiento necesarios, los que suelen ser provistos de forma extemporáneas, en fin, todo anda de mangas por hombros sin posibilidad de ver luz en el horizonte.

Los gremios médicos acusan a las autoridades que manejan el presupuesto del Estado de las precariedades de que adolecen la mayoría de los hospitales, incluyendo los de la zonas metropolitanas, los que gran parte están al límite de verse obligados a no poder seguir rindiendo sus operaciones, según dicen.

Y por lo visto parece que no exageran. Fijaos que por el mal funcionamiento de unos simples dispensadores de oxígenos en el Hospital Robert Read Cabral, el centro médico al que se le supone mayor importancia en el cuidado y atención a la niñez en todo el país, por la multitud de pacientes que precisan de atenciones médica, es que ocurrió la muerte de éstos desventurados neonatos que vieron apagar sus vidas, asfixiados, por falta de aire que no le fue suministrado adecuada y oportunamente. Murieron ahogados por causas de la insensibilidad de una sociedad pusilánime, que no se atreve a reclamar ante los manidos desvaríos de sus autoridades gobernantes.

Estos angelitos a los que el Estado debió proveerle mejores condiciones para salvarles por lo menos sus vidas, se nos fueron sin haber cumplido las metas para las cuales el Señor nos los envío para que los cuidáramos, y nos gozáramos  de la grandeza de su obra reflejada en ellos.

La ocurrencia de acontecimientos como el que devela el fallecimiento de los niños del Roberto Read Cabral, serán corregidos con el advenimiento de mayores responsabilidades de todos los agentes que interactúan en el colectivo social que conformamos todos.

El ejercicio de la profesión médica no debe constreñirse solo a reintegrarle la salud a los enfermos, los niveles gerenciales que se les encargan es parte de su competencia, por lo cual este debe rendir resultados no tan deplorables y de incalificables ocurrencias.


De nada nos vale tener protegida constitucionalmente la actividad y el ejercicio de la medicina en nuestro país si no se cumplen sus previsiones, todo esto es un autentico eufemismo.






Salomón Ureña B  E  L  T  R  E
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