Nuevo Rey, Nueva Ley, a Ritmo de Reforma Tributaria.

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Existe un aforismo jurídico medieval que reza: novus rex, nova lex, esto es: Nuevo rey, nueva ley.

Pareciera que esta máxima fuera enclavada en el espinazo dorsal estatal dominicano en materia de regulación fiscal. Los ciudadanos de este país hemos visto a lo largo de nuestra historia como cada gobernante que asciende a la dirección del Estado nos impone, sin advertírnoslo antes de su elección, una nueva carga impositiva, la que suele resultar al cabo del período de su gobierno insuficiente para alcanzar cumplir las metas que se suponía debían lograrse con su implementación.

El día miércoles recién pasado, el presidente Danilo Medina introdujo al Congreso Nacional, vía el Senado de la República, donde su partido tiene mayoría absoluta, el anteproyecto de ley que contiene los lineamientos que trazan el re-ordenamiento al alza de los impuestos, con el que una vez aprobado, se tiene previsto obtener los recursos que le valdrán al Poder Ejecutivo conjurar el déficit fiscal dejado por su antecesor, el que asciende según cifras inocultables a no menos de 187 mil millones de pesos.

Todavía en nuestro país no se han modelado los aspectos sobre los cuales se fundamente el crecimiento de la economía sin tener cada cierto tiempo que acudir al aumento de la presión tributaria para dotar al Estado de los recursos con los que hacerles frente a los diferentes compromisos que deben encararse.

Esporádicamente ha habido interés de instituir mecanismos regulatorios en este sentido, como por ejemplo, en el año 1970 cuando mediante el Decreto No. 338, el presidente Joaquín Balaguer creó el Preliminar del Primer Plan Nacional de Desarrollo, con el que se perseguía diseñar las futuras jornadas que posibilitaran el desenvolvimiento económico y social de la nación.

Cuarenta años más tarde no lo hemos logrado y por el contrario solemos estar aplicando el mismo santo remedio que es hacerle parches a nuestro tergiversado sistema tributario.

No acabamos de centrarnos en desarrollar una verdadera transformación fiscal, no tributaria, que se mantenga en el tiempo y que sea ella quien trace el equilibrio de nuestra economía, esto es que no tengamos que acudir sino en ocasiones estrictamente necesarias a ampliar la base tributaria o aumentar las tasas fijadas cada vez que el gobierno central requiera de mayores recaudos.

El país tiene que aprender a planificarse, a jerarquizar sus necesidades, escalonar urgencias, identificar las áreas de inversión indispensables, haciendo las proyecciones de los ingresos para entonces invertir y gastar de manera razonable los recursos con los que contamos.

Debe crearse un verdadero plan nacional de desarrollo que le sirva de camisa de fuerza a los diferentes gobiernos que participen mientras esté habilitado, de tal manera logremos abolir la perniciosa práctica de cambiar el diseño de nuestras metas cada cuatro años según la programación individual del gobernante de turno.

Ciertamente los dominicanos hemos demostrado ser tolerantes, comprensivos y hasta compasivos cada vez que hay voluntad de aumentar la tarifa impositiva; esto queda evidenciado tras la ausencia de manifestaciones sociales vigorosas. Son escasas las expresiones contundentes de inconformidad del pueblo, solo un grupos muy reducido de ciudadanos cuya conciencia no puede quedarse inmóvil ante tales aprestos, es el que suele airear su desconcierto.

No obstante, en esta ocasión sugerimos se preste especial atención al hecho de que la población está muy enfadada con el uso que se entiende se les ha dado a nuestras riquezas en los últimos años. Por los diferentes corrillos de la sociedad no deja de escucharse, y así mucho lo consideran, que fueron muy pocos de los que formaron parte de la cúpula del tren administrativo del gobierno recién desmontado que no se le haya deslizado la mano para tomar más de lo que le tocaba.

A este tema se le debe dar respuesta contundente. En esta ocasión la voz del pueblo reclama que por lo menos antes de aprobar y sea aplicada la mal querida pero necesaria reforma impositiva se abran los procesos judiciales contra los que han desfalcado al erario y se apliquen las sanciones pertinentes.

Las autoridades deben fijar su observación en este delicado fenómeno porque lo cierto es que de Herodes a Pilato se llega sin ni siquiera aspirarlo, y no está muy lejos aquello que de tanto apretar la tuerca se pueda correr la rosca.


Salomón Ureña B E L T R E.
Abogado - Notario.
809 353 5353
809 381 4353
salomonbeltre@gmail.com

Del porque se debe ser un buen profesional.

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Ser útil y productivo a la sociedad es una consecuencia natural de nuestra propia existencia.

En esta virtud, el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dispone que: “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.

El que no se prepara profesionalmente para afrontar los retos que le depara la vida, deberá recurrir a métodos pocos admirables y si muy reprochables para alcanzar la satisfacción de sus expectativas vitales.

Bien es sabido que los mediocres se las arreglarán para como “ascensoristas” poder ascender a ocupar tal o cual función o jerarquía, sin tener los méritos suficientes. No serán capaces de someterse a ningún concurso de oposición real, ni a escrutinio de ninguna naturaleza, si podrán fruto de algunas tretas, lograr granjearse algunas ventajas que los hagan ver como triunfadores, pero en definitiva, la falta de una sólida instrucción profesional, lo descartan a ser un ejemplo de conducta y de admiración, saldrá a la luz mas tarde que temprano su incompetencia.

Es por esto que el militar que sin haber cumplido la agenda de ascenso prevista en el escalafón castrense, en el momento crítico deberá poner en práctica su formación y en ocasión de un asalto al enemigo, no sabrá armar las estrategias más convenientes para su tropa, pudiendo ponerla en tal alto riesgo de hasta auto aniquilarla, colocando, por ejemplo en punto de ataque frontales, a sus iguales.

El ingeniero no hará los estudios de suelos correspondientes, al momento de levantar una edificación, no sabrá sanear siquiera el terreno o no sabrá colocar el tipo de acero ni la cantidad suficiente para garantizar la idoneidad de la obra a construir. Imagínese usted una casa mal construida, un puente sin los aproches necesarios, un edificio falto de la tecnología que afronte los sismos, una carretera mal nivelada, etc.

El policía que no cumpla con la instrucción formativa necesaria auspiciará métodos incorrectos para afrontar la delincuencia, hasta el extremo que matará por no conocer otros mecanismos más efectivos para controlar y disuadir el crimen.

El bombero desconocerá las reglas básicas de contingencias de los elementos que deba afrontar, no sabrá, por ejemplo, que el fuego hay que controlarlo en su propio génesis, evitando que salga de sus causes. El no conocer la técnica de su oficio le llevará a pisarle la manguera a su compañero, pondrá en riesgo la vida de sus propios colegas de trabajo y así la de los seres que está llamado a proteger.

El médico será incapaz de impedir la muerte de sus pacientes al no saber identificar a tiempo su quebranto, de tal manera no poder aplicarle los ungüentos y prescripciones médicas necesarios. Cederá por su incompetencia a los designios que importan a la imprudencia.

Pero es en el abogado donde mayor desgracia suelen atraer sus incompetencias, suele decirse que es en este profesional que más se acercan los asuntos de Dios.

En su ejercicio, el abogado vincula la vida y el patrimonio de las personas. Siendo estos los  elementos consustanciales más importantes a la existencia misma de los seres humanos. Su incapacidad para afrontar los problemas con lo que deba lidiar a diario, provocará una hecatombe no solo en el universo de una persona en particular, sino en el toda una familia y hasta con consecuencia devastadora en todo el seno social.

No con exiguas razones se ha dicho que: “El abogado mal instruido es una nave a la deriva”.


Salomón Ureña B E L T R E.
809 353 5353
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salomonbeltre@me.com

De Titularse en la Universidad

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Para mis sobrinas: Analkiri y Walkiri, y mis hermanos: Darling y Starling en el inicio de su formación universitaria.

Todo ser humano aspira trascender y destacarse socialmente, para lograrlo debe cumplir con los rigores que importan a la decencia, la pulcritud, la solidaridad. Someterse al cumplimiento de los factores sitiados por la escala de valores sobre los cuales se sustentan la vida en comunidad, tales como la ética y la moral debe ser el principal norte que debe proseguir toda persona de cara a un mejor futuro.

Llegado el momento en que ya concluidos los estudios secundarios, el ser humano se ve precisado a escoger el área profesional o técnica en la que tendrá que desempeñarse para destacar su utilidad a la sociedad, a su familia y sobretodo asimismo.

La vocación individual planta la piedra angular sobre la cual deberá apoyar la decisión a tomar. Ser médico, abogado, ingeniero, militar, policía, bombero, técnico, mecánico, comerciante, político, etc., son algunas de las primeras opciones a la que nos inclinamos. Estas nos preparan para un futuro que anhelamos nos sea halagüeño.

Muchas veces, somos inducidos hacía una u otra rama profesional por nuestros relacionados, familiares o amigos. Examinamos en nuestros alrededores aquellas áreas con la que resultamos ser más compatibles. Solemos dejarnos llevar por las muestras de éxitos que nos vienen de ambientes cercanos. Algunas veces las superaciones ajenas siembran y guían nuestras propias expectativas.

Podría decirse que no todos debemos aspirar a formarnos en la universidad para desempeñarnos como ente productivos e importantes de la sociedad. La verdad es que todo aquel que ha logrado alguna importante superación y trascendencia, acude al estribillo de haberse acreditado, por lo menos, como exitoso tras el certificado otorgado por la “Universidad de la Vida”, como justificación de que su superación está bien sustentada.

El éxito se tiene mejor asegurado habiéndose instruido y capacitado en la universidad, es desde donde le daremos cuerpo y fundamento a la dirección de nuestra objetividad.

El compromiso personal de cada cual debe estar empeñado en contribuir en que la sociedad sea cada vez más justa. La solidaridad es sinónimo de respeto por la humanidad, por sus instituciones, para hacer causas con estas expectativas, debemos procurar una sólida formación, la que comienza por casa, continúa en la escuela, pero que evoluciona más que en ninguna otra esfera, en la universidad. Allí forjamos nuestra identidad humana, personal y profesional, adquiriendo conocimientos, cultura y los elementos que la ciencia nos proporciona como herramientas que habrán de labrar nuestro mejor desempeño en el mañana.

Desde la universidad mostraremos nuestro liderazgo, allí decidimos cuales son los temas que habremos de desarrollar en todos los órdenes de nuestras vidas, incluyendo los más íntimos como conocer y escoger la que será nuestra compañera, los amigos, nuestros colegas, etc.

Forjar la disciplina, la lealtad, y encausar el esfuerzo para lograr superarnos sobre el trabajo instruido, nos traerá poder, gobernanza y dirección.

Lo que optemos por ser desde la universidad trazará nuestra relación con nosotros mismos, con nuestras familia, con nuestra sociedad y con la humanidad.
           
Nuestro compromiso social, y la responsabilidad para afrontarlo está en el robustecimiento de una solida formación universitaria.

Enhorabuena a los allegados!!


Salomón Ureña B E L T R E.
Abogado – Notario.
809 353 5353.